6 de febrero de 2013, 10:15 Zulú.
Rota. Paseo de Galeones.
El sol se eleva sobre el horizonte sur unos 38 grados, el viento sopla moderado desde el norte dándome en la espalda. Ante mí, mi querida ensenada de Rota en primer plano, allí al fondo Cádiz -Tacita de Plata- con su "segundo puente" por acabar. A mi derecha, la Villa de Rota desde su postal mas marinera y menos playera. A mi izquierda, el muelle de la Base de Rota -hogar del puño de hierro de nuestra Armada- con el Galicia, Castilla, Marqués de la Ensenada, esa porquería obsoleta que es el Pizarro, tres fragatas clase Santa María, y un destructor americano clase Arleigh Burkle. Creo que no me dejo a nadie.
Bueno sí, me dejo fuera adrede a tres mas. Dos remolcadores, la fiel -y sufrida- infantería portuaria, que con su habitual y cansino ritmo toan hasta la bocana del puerto al R-11. No, no les estoy hablando de un Renault, sino de un Bazán, al portaaeronaves Príncipe de Asturias -PdA, para los amigos-. 13,400 toneladas de acero, cobre, sudor y esfuerzo español.

Lo llevan al matadero. El Gobierno ha decidido que el buque se ha convertido en un elefante blanco, en una carga inasumible, para el Estado y que mas merece la pena desguazarlo que hacerle la reforma que se había proyectado. Ademas ¿para qué quieren los popeyes dos portaaviones, teniendo al Juan Carlos I nuevecito del paquete? ¡Que se jodan! Como dijo aquella diputada. Así pues, vuelve a El Ferrol para que lo desmonten donde lo montaron, que manda cojones. Como si en Fene no hubieran tenido bastante carga de trabajo construyendo a su substituto y en el astillero de Cádiz -que se encarga de su mantenimiento- estuvieran rebosando de curro. Pero ahí no voy a entrar, no es la intención de este artículo. Sólo diré que se nota que Don Mariano es gallego y quiere darle trabajo a sus paisanos; algo loable, pero manda caralho, caralho.
En fin, que estando apoyado en la alustrada del Paseo de Galeones con el Requiem de Mozart sonando de fondo, al compás de las olas estrellándose contra el Picobarro bajo mis pies,
miraba como el PdA era arrastrado al mar por los remolcadores, mientras los demás elementos de la
Flota lo despedían haciendo sonar sus bocinas con un eco moribundo; como si fueran conscientes del destino de su compañero al que despiden para siempre. Y pienso: "Parece un Torrestrella arrastrado de vuelta a los toriles ante la mirada atónita de un público que exigió su indulto."
Veinticinco años de servicio, sólo veinticinco años. ¡Joder, que somos casi coetáneos, que hemos crecido juntos, que es joven aún y le queda mucha mar por delante! ¡Que el Nimitz es un treintañero, se ha dado no sé cuantas vueltas al mundo y sigue en servicio... y lo que te rondaré morena!
El PdA no es sólo un barco. No es sólo un sistema de armas. No es sólo, como le he leído a algún anti-todo en Internet, un "montón de chatarra". Es un símbolo.
Es un símbolo material, no todas las armadas del mundo pueden decir que tengan un portaaviones, y menos aun pueden decir que lo hayan hecho ellos mismos. Es un club muy selectivo, reducido a España, Estados Unidos, Francia, Italia y Rusia. Ahora mismo, los british están sin portaaviones. Esto lo hace un símbolo inmaterial para la marca España.
Un portaaviones es lo que antaño fueron los coliseos, las catedrales, las pirámides. Son la demostración palpable de la fortaleza de un estado; de su capacidad para organizar sus finanzas, su
industria y su I+D+i para un gran proyecto en común. Un proyecto común que no tiene como fin crear riqueza; sino impresionar. Y a ser posible, impresionar tanto que NUNCA tenga que ser utilizado para su misión principal: matar.
Que un gobierno que quiere "revitalizar la marca España" coja y desguace un símbolo como este es algo muy corto de miras. ¿Cómo queremos ser respetados en el exterior si somos capaces que desguazar nuestros símbolos?
De todas formas, no es que sólo sepamos desguazar símbolos; también sabemos olvidarlos, enterrarlos y negar su existencia. ¿Cuántos españoles de a pie saben quienes fueron Antonio de Nebrija, José Patiño o María Pita? ¿Quiénes sabrían decirnos de pasada qué ocurrió en Baler -Filipinas- en 1898, Cartagena de Indias en 1741 o en Tordesillas en 1494? ¿Cuántos españoles habrán escuchado El amor brujo de Manuel de Falla, leído los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós o considerado que los Derechos Humanos nacieron con la Escuela de Salamanca en el siglo XVI? Todo esto al contrario que en los, por ejemplo, cinco países que mencioné mas arriba donde la cultura nacional es ámpliamente reverenciada.
Obviamente, aquí casi nadie los conoce, puesto que el suelo ibérico es un lugar donde valorar a España y lo español es meritorio del epíteto facha. ¿Y así queremos poner en valor la marca España en ultramar? ¡No me hagan reír!
En fin; veo salir al Príncipe ya del puerto y despedirse de su escolta. Yo me voy corriendo al coche -tiene dieciséis años y mientras aguante seguirá en servicio- y me cruzo Rota para poder verlo por última vez desde la punta del muelle. Cuando llego, no sólo ha rebasado la bocana de la Bahía, sino que se adentra en la mar unas cuatro millas y busca a toda máquina el horizonte donde puedo identificar a ojo y con dificultad al Juan Carlos I y a dos fragatas clase Álvaro de Bazán -creo- que lo acompañarán hasta Galicia.
Lo veo correr cual galgo tras una liebre y pienso "¿A dónde vas con tanta prisa? Quo vadis? ¡Que esos tíos tienen las intenciones del turco!". Pero el mar pareció traerme lo que pensaría el buque, "He de cumplir con la última misión que se me ha encomendado. No le daré a nadie el placer de poder decir que cumplí de mala gana". Me acordé de las palabras del almirante Méndez Núñez ante la plaza de Valparaíso aquel 31 de marzo de 1866: "La reina, el Gobierno, el país y yo preferimos más tener honra sin barcos, que barcos sin honra."
Sí, amigo mío, se puede perder todo, menos la honra. Es una lástima que hoy la honra importe tan sumamente poco a aquellos al mando de la nave que llamamos España.

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