domingo, 16 de febrero de 2014

"El maremoto"... en castellano.


          En el español moderno, el término maremoto es utilizado hoy en día muy raramente, ya que el barbarismo tsunami parece haber ganado popularidad en los medios en los últimos años. Aun así, “maremoto” aún puede oírse tanto en Cádiz como en Rota, pero para referirse a un hecho específico; el terremoto del día de Todos los Santos de 1755.

         Este temblor tuvo una magnitud estimada de 9 en la escala Richter y afectó la mayor parte de la península ibérica, así como a las costas de todo el Atlántico norte. Sus consecuencias no fueron sólo materiales, sino tambien dispararon avances en la ciencia, la filosofía, la arquitectura e incluso influyó en la futura guerra de independencia norteamericana. ¿Interesados? Seguid leyendo...

          En Portugal, el primer ministro Sebastião de Melo -mas tarde marqués de Pombal-, empezó a gobernar como un virtual dictador ante un Rey en estado de shock. Dom José I perdió el seso y se negó a volver a dormir bajo techo atemorizado de que este se derrumbara sobre él. Vivió el resto de su vida en una lujosa tienda de campaña.

          En la bahía gaditana, el temblor dispersó las aguas, lanzandolas tres millas mar adentro de Rota en dirección a Cádiz. Así pues, la mitad del fondo de la Bahía quedó espectralmente al descubierto. Las olas se estrellaron contra las murallas de Cádiz ("que son de piedra y no se mojan, las murallitas de Cái") y según la costumbre no fue hasta que la imagen de la Virgen de la Palma fue sacada en procesión hasta la Caleta que el mar volvió a su lugar. Fue considerado un milagro y aún hoy, cada primero de noviembre, la procesión se repite en recuerdo del Maremoto.

          ¿Pero que pasó con todo el agua? Se volvió sobre sus huellas -o "estelas" si hacemos caso a Machado- hacia Rota. Millones de kilos de agua y metralla de todo tipo golpearon de lleno el muelle de Rota, borrándolo del mapa, superaron las murallas y penetraron hasta la Iglesia de la O. Una de las capillas, la de El Rosario, tuvo que ser reconstruída. Milagrosamente no murió nadie, y en acción de gracias se hizo una eucaristía; misa que tambien se repite cada noviembre.
 



Proyecto para la reconstrucción del muelle de Rota del siglo XIX.

          Sin embargo, el daño verdaderamente duradero llegaría mas tarde. Sin un muelle que lo abrigara, el puerto rápidamente se llenó de sedimentos con el paso de las mareas. La aún hoy conocida como "muralla" se hizo vulnerable a la erosión y a lo largo del siguiente siglo empezó a colapsarse en varios puntos, cayendo al mar muralla, viviendas y todo lo que en estas se apoyara. No fue hasta que el muelle actual se construyó en los 90 del siglo pasado que se puso coto definitivametne a este proceso erosionador. Si hoy uno baja a la playita que se crea en la punta de Rota, frente al hotel Duque de Nájera, en bajamar podrás contemplar los restos del viejo muelle. Las piedras semi sumergidas entre los dos espigones son todo lo que queda de él.

          Ahora bien, la ciudad que fue golpeada con mas furia por el terremoto fue sin duda alguna Lisboa. A la sazón, Lisboa era la cabeza de un imperio transoceánico que se extendía desde el Brasil hasta la China, con posesiones y feitorias a lo largo de las costas africanas e indias. De una población aproximada de 275.000 personas, mas de 10.000 alfacinhas murieron. Primero tembló la tierra, luego se propararon incendios al volcarse los fogones y las velas que alumbraban los hogares, y para terminar, una gran ola barrió la parte baja de la ciudad penetrando varios kilómetros tierra adentro. Dos tercios de Lisboa dejaron de existir en unas horas.
 

Arco del Triunfo. Praça do Comércio o Terreiro do Paço, Lisboa
          El Rey se vió paralizado por el miedo y su primer ministro encaró la tarea de reconstruir la urbe; incrementando su poder y su prestigio por el camino. Cuando el rey José le preguntó despavorido a Sebastião "E agora?" éste sólo respondió "Enterramse os mortos e cuidam-se os vivos". En unos pocos años, una nueva ciudad -A Baixa- fue levantada sobre la vieja Lisboa; presidida por un majestuoso arco triunfal, el Triunfo de Lisboa sobre la Naturaleza.

          Para muchos fue evidente que una catátrofe de tal magnitud no podía ser un acto de Dios, sino de la naturaleza. ¿Cómo podía Dios liberar su ira contra una nación que tanto habia hecho en Su nombre y que había llevado el catolicismo a tres continentes? ¿Cómo podía destruir las iglesias pero perdonar la Alfama (el barrio rojo lisboeta) sin siquiera hacerlo temblar? Los pensadores ilustrados, entre ellos Voltaire, concluyeron no sólo que fue un acto natural, sino tambien que a Dios no parecían importarle mucho los problemas terrenales, sino únicamente los espirituales.
 

         Esta idea tuvo muchas consecuencias en muchos aspectos de la vida social. Quería decir que los males no podía evitarse sólo por la oración, sino que los arquitectos debían diseñar edificios que pudieran resistir un nuevo temblor. Esto empezaron a hacer los ingenieros militares que levantaron a Baixa a través del método de la gaiola pombalina, un método que aún hoy con ciertas variaciones es usado en estructuras anti-sismicas. Los científicos se pusieron en marcha para estudiar sistematicamente la Tierra buscando comprender el origen de los terremotos, asentando las bases de la geología y la seismología moderna. Los pensadores políticos "sacaron" a Dios de sus ecuaciones y pronto descubrieron que la idea de las "monarquías de derecho divino" eran un absurdo teórico. Los reyes no podían recibir su legitimidad para gobernar de un Dios que no se inmiscuye en temas terrenales... sino de las personas sobre las que gobiernan. Los reyes sólo serían legítimos mientras gobernaran por el pueblo y para el pueblo. Este idea sería fundamental para las revoluciones americanas y francesas; si el Rey no respetaba al Pueblo debía de considerársele un tirano a ser depuesto. Justo lo que ocurrió en América unos veinte años mas tarde en 1776.

Iglesia del Convento do Carmo, Lisboa
         Si alguna vez tienes la fortuna de visitar Lisboa hay un recuerdo del Terremoto y de lo que significó para nuestro mundo moderno. Según uno se adormenta en el sol que baña la  Praça de Pedro IV -o Rossio, como dicen tambien ellos-, tomandose una sedosa bica de café, es fácil levantar los ojos para mirar la cima de la colina hacia Poniente; O Bairro Alto. Allí se yerguen las ruinas de la iglesia del convento de O Carmo. Sus apuntados arcos góticos se alzan impávidos, y privados de un techo que sostener, hacia el cielo, tal y como los dejó el terremoto. Nunca se reconstruyó tras 1755. Primero por dejadez... pero luego para que sirviera de recuerdo.
 


         Hoy es una silenciosa pregonera para tanto lisboetas como extranjeiros del terremoto que azotó a la civilización occidental en 1755. El maremoto.  

(Publicado en inglés el Rota Coastline el 12 de diciembre de 2013. 
Traducción propia.)

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